En Asunción me encontré con el escultor paraguayo Gustavo Beckelmann, del que había comprado hace unos años unos caballitos estilizados funidos en bronce, entre naifs y refinados; de la mano del arquitecto Chalo Garay -estricto militante de la costanera de Asunción- visité su taller de artista plástico, dónde funde en un pequeño horno enterrado y experimenta con el aluminio y el aire.
Y me encontré después con su Babelia que me trajo hasta nuestro Miquel Navarro y sus ciudades.
Una delicia que comparto hoy con vosotros como un auténtico descubrimiento.
José María Lozano Velasco. Catedrático
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